Archivos Mensuales: enero 2017

FELIZ AÑO 2017: HIPOCRESIA SOCIAL

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Ha terminado un año y ha comenzado otro nuevo.
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Me parece un buen momento para hacer balance. Recordar y analizar lo sucedido, y componer proyectos nuevos. Tengo los míos propios, como todos vosotros.
Me gustaría ser capaz de sintetizar lo que mi mente, al igual que hacen las vuestras, piensa y deduce, observa y analiza. Pero no podemos escribir a la misma velocidad; y si lo consiguiéramos, aparecerían varios tomos diarios. Por cierto, sin estructura, sin «seguidilla». Pensamientos desordenados, pero enlazados cada uno con el siguiente mediante una peculiar y personal asociación de ideas ¿verdad?
Así que cuando escribimos debemos centrarnos en algunos aspectos de la existencia y descartar otros muchos sobre los que también pensamos, sentimos y deducimos en un bucle infinito que enlaza todas las experiencias y sensaciones.
Y no sirve escribir cualquier cosa. Generalmente escribimos a grupos o personas concretas a sabiendas de quiénes serán nuestros lectores, y portamos el ánimo de provocar algún tipo de reflexión en ellos o contarles lo felices que somos. Otras veces escribimos sin importarnos quiénes nos leerán porque nuestra alma pide expresarse, desea plasmarse de algún modo y expandirse a cualquier rincón donde deje huella, por ínfima que sea esta huella. El espíritu se libera un poco así de aquello que le atormenta.
Y jugamos con las palabras. Componemos frases. Expresamos ideas, con mayor o menor originalidad. Las más de las veces no la hay. Es el estilo y no la idea lo interesante, pues las ideas interesantes ya están todas patentadas.
No sirve escribir cualquier cosa. Ni en cualquier sitio tampoco. Termino de echar una ojeada por las redes sociales. Básicamente buscamos compartir emociones, sentimientos, una parte de nuestra vida transmitida a otras personas. Desde la esquinita en que estamos posicionados y bajo nuestra perspectiva. Fotos y videos personales con nuestra familia o amigos, fotos hermosas o graciosas, chistes, entretenimientos, también noticias que nos encienden la rabia, personajes famosos que nos caen mal y casualmente son de otra clase social superior o así se consideran a sí mismos (en € ó $). «Fíjate qué cabrona lo que dice…», noticias, vídeos graciosos, frases para reflexionar, imágenes que demuestren lo contentos que estamos, o bien lo malo que nos ha ocurrido, dentro de las cosas no realmente importantes y que no impliquen a nadie conocido, es decir solo cosas sin mucha trascendencia, pues tampoco vamos a difundir nuestra vida íntima. La gente que lo hace cobra por ello. Y en las redes, el fenómeno sociológico más importante en muchos siglos, impera el buenismo. Perritos que dan pena o hacen gracia, gatitos curiosones, no dejes que se derrita el Polo, no a la caza de focas, colabora para evitar el sufrimiento de otras personas, vive el día con alegría, sé feliz, manifiéstate contra el maltrato y la discriminación, apadrina, lucha por defender tus derechos, y un larguísimo etcétera. Y cada día más nos parecemos a la publicidad. Cuídate la alimentación para estar sano, vigila tu cuerpo, intenta mejorarlo, haz esto, toma lo otro, piensa de este modo, siéntete eufórico y exprésalo con el mismo contento que demuestra la actriz que te habla; comprando nuestro producto alcanzarás la felicidad. Te sentirás bien.
No hace mucho vi un programa que hablaba de estadísticas. Parece ser, según el programa, que nos vemos inmersos en alguna mentira, o bien la escuchamos, unas doscientas veces diarias. Lo curioso de la estadística es que recalcaba que éramos conscientes de ello en la mayoría de ocasiones. Yo lo llamaría hipocresía asumida, y no creo que nadie nos libremos de ella, en mayor o menor medida. Comenzando por nosotros mismos, pues nos mentimos para que no le ocurra a la imagen que vemos en el espejo lo que al cuadro de Dorian Grey. Todas sabemos que el ministro miente y él también, pero lo hace porque está representando un papel que cumple las reglas de su audiencia. Preguntamos a un vecino en el ascensor: ¿cómo estás? pero lo cierto es que no nos importa mucho su vida ni lo que haga con ella.
Al fin y al cabo no queremos complicar nuestras relaciones y buscamos la empatía. Y la solemos forzar cuando no nos surge natural.
Nos satisface que nuestras palabras y nuestros actos sean aprobados por los demás y deseamos ser amados o al menos admirados. De una u otra forma decimos: ¡Ey, que estoy aquí… yo existo y soy guay! Y tenemos que jugar a hacer encajes de bolillos, ardua tarea la de ser auténticos al tiempo que buscamos ser queridos.
Ese es nuestro vivir cotidiano, batallando contra los elementos (y elementas) de una sociedad (y sociedod) que te lo pone difícil si lo que pretendes es sentirte bien y satisfecho (o satisfecha). Disgustado con el comportamiento de algunas personas y disimulando -o quizás no lo consigas- para que no se te note. También es cierto que a muchos de ellos los aprecias aunque no te guste nada cómo son en general. No es que seamos contradictorios. Y si lo somos, todo ser vivo lo es también. Yo creo exactamente que nos vemos atrapados en un juego complicado e irresoluble (de esos de «entra en el coche y ponte de pie», «cuida a tus niños y trabaja a la vez», etc.) que a veces nos hace llorar de impotencia. Si te piden por el televisor que seas solidario para que los negritos de un país lejano tengan escuela, pues eso te enternece, ataca directamente a tus sentimientos más buenistas, al ser humano que llevas dentro. Aunque en el fondo no te quiten el sueño los problemas del vecino de calle abajo. El que -¡por cierto!- te parece mala persona. Y tienes motivos para hablar mal de él. Y los contarás en tu círculo privado. Y tanto las redes sociales como los medios informativos van sumergiéndonos cada día más en el buenismo, con toda la hipocresía que este postureo necesita. Y el odio camuflado se va filtrando por los poros de tu piel, canalizado y concentrado en temas o personas concretas. Generalmente personas planas en color y formato 16:9, como por ejemplo el rey, o Trump. O cualquier otro de los dibujos animados (¡Ya disponibles en 3D!) que ves desde el sofá. Y quizás ya tengas asumido que el mundo se divide en personas malas y personas buenas. Cuídate. Pero no me refiero a que tomes Danacol. Cuida tu mente. La están atacando. Y pegan fuerte. Y nos pegamos. Más duro de lo que somos conscientes.

Evitemos entre todos que se destruya la capa de Ozono. No uses sprays ni coches viejos. Igual es por eso que hoy te sientes un poco abatida.

Bienvenido el 2017.